29 abril 2009

Ojo avizor

I read the news today, oh boy...

Nos advierten oportunamente desde la última de La Voz del último timo, de la enésima broma pesada con la que un artista moderno (seudogenio, atiza con virulencia el articulista) pretende engatusar a un público. El sinvergüenza en cuestión es un tal Santiago Sierra, que pretende instalar unas escolleras en una sala y convertirlas en arte. El artículo no lo comenta, pero sabemos de buena fuente que el artista quiere también destinar una sala a exponer los objetos decomisados por la policía local: ni siquiera pretende molestarse en hacer él la obra, se la hacen otros!

Por fortuna, quedan aún entidades que apuestan por manifestaciones culturales serias, honestas y para todos los públicos. Un breve en las páginas del mismo periódico nos alegra el día informándonos del inminente inicio de un ciclo de cine dedicado al nunca suficientemente llorado Paul Newman. La Fundación Caixa Galicia recuperará algunas de sus películas más emblemáticas, dando la oportunidad a grandes y pequeños de rescatar obras hoy casi inencontrables como El buscavidas o Camino a la Perdición.

... and somebody spoke and I went into a dream...

26 abril 2009

Wolfgang Tillmans: gotas de papel

El título del post no se refiere solamente a una serie de bellísimas fotografías realizadas en los últimos años por Wolfgang Tillmans, en las que el fotógrafo alemán capta con magistral sensualidad los efectos producidos por la luz al entrar en contacto con pliegues de papel. Aunque sí, es cierto que estas obras condensan por lo demás gran parte de sus obsesiones estéticas: la atención al objeto cotidiano, la captación del instante, un placer estético de naturaleza casi sexual manifestado siempre a través de la superficie de las cosas, el creciente interés por la abstracción, el dominio en el uso de la luz.

De hecho, sería fácil argumentar que todas y cada una de las imágenes creadas a lo largo de los últimos veinticinco años por Tillmans son en sí mismas, perfectas, frágiles, solitarias gotas de papel. Tan diversas entre sí y tan profundamente conectadas al mismo tiempo que Minoru Shimizu, en un artículo sobre el artista, se vio obligado a renunciar a las categorías de identidad y diferencia y a emplear el término inglés sameness, traducible al castellano como mismidad.

Perfectas y paradójicamente inabarcables gotas de papel, imágenes cuya densidad simbólica abruma al espectador. Hablemos de sus retratos de jóvenes famosos o anónimos, de sus coqueteos con la más exquisita abstracción, de espacios aparentemente anodinos o de actitudes contestarias y provocatorias, las fotografías de Tillmans exceden con mucho el significado evidente del objeto representado. Comparte Tillmans con Roland Barthes una cierta fe en la “sutileza del sentido, esa convicción de que el sentido no se agota groseramente en la cosa dicha, sino que va siempre más allá, fascinado por el sinsentido (…) la de todos los artistas cuyo objeto no es esta o aquella técnica, sino ese objeto extraño, la vibración. El objeto representado vibra, en detrimento del dogma”.

Pero, decíamos, estas gotas de papel son además terriblemente frágiles. No se trata sólo de una fragilidad física, aunque el artista ha ido incidiendo cada vez más a lo largo de su trayectoria en la delicada fisicidad de sus fotografías. El caso es que esa vibración a la que hacíamos mención con Barthes, la mencionada potencia simbólica y visual de las imágenes de Tillmans, está siempre en entredicho. Su significado es siempre mutable, contingente, temporáneo; depende de las relaciones, siempre nuevas, que se crean cada vez que una de estas gotas entra en contacto con otra, al ser dispuesta junto a ella (o situada encima, debajo, en la pared de enfrente; al entrar en contacto incluso con una gota idéntica a ella misma pero de un tamaño diverso) en la pared blanca de una galería cualquiera.

Desde sus primeras exposiciones, Wolfgang Tillmans ha ido repensando, reutilizando, recolocando obras ya empleadas con anterioridad en formatos nuevos, con montajes distintos. Cada una de las exposiciones de Tillmans es una gran instalación, una obra rica y compleja. El artista ha defendido siempre el carácter de obra artística de cada una de sus fotografías, al menos de las presentadas como tales, pero es en su disposición conjunta, en cada uno de estos montajes, que su obra adquiere toda su grandeza gracias a la multiplicación incontrolable de conexiones iconográficas, estéticas y conceptuales.

Sin embargo, cada uno de estos montajes es también una manifestación indiscutible de la fragilidad de la obra de Tillmans, del carácter contingente de cada una de sus imágenes. ¿Cómo afrontar pues una obra en permanente mutación, sujeta a continuas revisiones? El propio artista ha ido dejando respuestas en los últimos quince años en forma de, de nuevo, hermosas gotas de papel. Desde 1995 se han publicado una veintena de catálogos y libros de artista sobre su obra, la mayoría de ellos planeados y editados por el propio Tillmans. Cada una de esas secuencias de fotografías fijadas sobre el papel es a su modo la constatación de un estado provisionalmente definitivo de una parte de su obra.

Libros pues como testimonio incorruptibles de la obra de Tillmans en momentos diversos. Ni siquiera ellos son ajenos, sin embargo, a la continua reescritura en el espacio llevada a cabo por el artista. Las imágenes de cada una de las obras son el material a partir del cual Tillmans crea nuevas secuencias, nuevas instalaciones, nuevas obras. Al visitante se le invita a participar en este juego tremendamente serio, a tratar de seguir en la pared y sobre el papel el hilo mediante en cual Tillmans construye sus universos de imágenes. Y se le invita, ante todo, a perderse en el intento, a elaborar sus propias lecturas, a ser él quien establezca conexiones, ecos y reclamos, quien expanda más si cabe una constelación fotográfica inabarcable.

25 abril 2009

Contratos para el olvido

Cuenta Silvia García que, apenas acabados sus estudios de Bellas Artes, comenzó a plantearse la conveniencia de participar o no en la saturación de imágenes de nuestro mundo. Interrogándose sobre el sentido de ejecutar proyectos artísticos en un universo imaginario e icónico ya repleto de objetos, Silvia desarrolló una propuesta maravillosa, una suerte de performance poética, dulcemente irónica y densísima de significados. Una década después, en el marco de un conjunto de intervenciones en espacios no expositivos del CGAC, Silvia sacó del cajón del olvido (apréciese la paradoja) sus contratos para o esquecemento.

A través de estos contratos (podéis ver un ejemplar aquí) la artista y cada uno de sus espectadores llegan a un pacto de silencio y olvido. Silvia expone a un oyente una idea, una propuesta, una posible obra, comprometiéndose a no realizarla jamás, a dejarla extinguirse en la fugacidad del encuentro con ese (y sólo con ese) espectador. Éste, por su parte, se compromete a olvidar la obra en el plazo de un mes. Frágil, efímera, agudísima reflexión sobre los mecanismos de la memoria, sobre las razones profundas de la actividad artística, sobre la saturación de la iconosfera, la obra de Silvia García maravilla por su humana sencillez.

20 abril 2009

Asesino en serie

Para Kafavis estoy yo! Un poco líado ando estos días, a Dios gracias. Le robo dos minutos a cosas más urgentes para pedirles que me coloquen ya en marcadores uno de nuestros blogs de referencia (vale, mi blog de referencia) en el proceloso mundo de la ficción televisiva. Damos por supuesto que comparten la idea de que la otrora caja tonta se ha convertido en el refugio de algunas de las narraciones audiovisuales más inteligentes, bizarras, pregnantes y gozosas de nuestra actual cultura popular.

Alberto Rey aborda el tema como debe ser, con mala leche e ironía, con golosa y culpable perversión, con un criterio inevitablemente personal e impecablemente argumentado. Más allá de posibles sintonías entre filias y fobias, es bueno tener una voz con criterio a la que aferrarse entre tanta serie de culto y tanto fan de Prision Break. Aprovechamos, aún fans de Rohmer como somos, para suscribir alegremente uno de sus últimos posts.
"Desde luego, no seré yo quien defienda una televisión a ritmo de película de Rohmer, nada más lejos de mi intención. Pero tampoco me interesa un medio en el que todo es de colores saturados y que se mueve en fast forward. Yo también veo la televisión para desconectar y dejarme engañar por una fantasía, pero me niego a que esa desconexión sea tan sencilla (y tan patética) como la de un rebaño de vacas hipnotizadas por el paso de un montón de ciclistas vestidos con maillots fluorescentes. Una cosa es ver la televisión para no pensar en los problemas cotidianos, y otra muy distinta es verla para no pensar, a secas."

14 abril 2009

Todo un mundo: Hold Time, de M. Ward

Aborrezco, detesto, temo casi, los viajes en autobús entre Santiago y Lugo: dos horas interminables de tedio e incomodidad. La última vez me tocó hacer el viajecito cuando ya había salido la luna: bosques fantasmales, una casita aquí y allí, en medio de la noche, los faros del bus iluminando la carretera vacía, oscuridad en el interior, la gente en silencio. Me quedé adormilado nada más arrancar; para cuando desperté quedaba una hora de camino, cogí los cascos de la mochila y me puse el Hold Time.

Medio dormido aún, parecía que afuera la oscuridad se animase poco a poco, adquiriendo formas nuevas y cambiantes. El disco de M. Ward construye un mundo y lo anima, lo dota de vida, de movimiento. Se trata de una obra tremenda, anacrónicamente cinematográfica: cada canción es al mismo tiempo una escena, una secuencia, una película entera, y todas juntas conforman un carrusel ilusionista, en el que se funden lo excesivo y lo concreto, el pasado y el presente, la fantasía y la realidad.


El misterio, la magia, la noche


Ward maneja con sabiduría todos los palos de la tradición americana: blues, country, folk, rock pasan por las manos sanadoras del maestro, y todos salen de ellas reinventados, revigorizados, redescubiertos. Sigue siendo un ilusionista con tendencia al exceso, un mago que disfruta tanto jugando con el tempo de la canción como con el tiempo histórico al que cada pieza remite. Nunca hasta ahora, sin embargo, la rendición del oyente a este truhán de la canción había sido tan placentera. No seré el primero que lo menciona, pero el vendaval rítmico que se lleva a Stars of Leo, una de las muchas maravillas del álbum (To Save Me, Oh Lonesome Me, For Beginners, todas, demonios), es una de las sensaciones musicales más gozosas en años.

Quizás porque, al menos así sucede en mi caso, es el primer disco de Ward en que cada nuevo movimiento de la canción, cada arreglo introducido, cada inflexión de la voz, cada armonía vocal, parece contemporáneamente gratuito e imprescindible. Se entiende intuitivamente qué hace ahí ese sonido inesperado, por qué irrumpen de repente los vientos o se dobla una voz, pero es inevitable preguntarse cómo demonios se le ha ocurrido inventar algo así. Aunque, en realidad, no da tiempo a preguntarse nada de esto: con cada canción el disco avanza imparable, delicada, mágica montaña rusa.

Y cuando acaba (y, ay, sí, quizás catorce temas sean algo excesivos, pero se hacen cortos) despiertas, ligeramente confuso y desorientado, como al salir del cine, como al bajar de una atracción de feria o al acabar un sueño. Algo tambaleante, el paso inseguro. Melancólico, instantáneamente nostálgico del lugar mágico que acabas de abandonar.





Descarga aquí.

07 abril 2009

Yo

En ocasiones, si estoy cansado o he estado escribiendo en otra lengua, dudo sobre la inclinación del acento gráfico en castellano. Acento grave o agudo? De izquierda a derecha o de derecha a izquierda?

Si la duda me asalta sin un ordenador a mano en el que googlear, la solución suele consistir en escribir mi nombre: por alguna razón, por ofuscada que esté mi cabeza, mi mano no duda jamás cuando llega a la última silaba. El truco no funciona con ninguna otra palabra, no importa lo común que ésta sea. Sólo con mi nombre.

Si hubiese algún secuaz de Freud en la sala, que hable ahora o calle para siempre.

03 abril 2009

El poeta y el folio en blanco

He pasado los últimos cuatro días batallando. Con palabras, ideas e imágenes de otros, primero; con mis propias ideas después y, en fin, de nuevo, con las palabras, mis palabras. Esta última batalla es siempre la más difícil y frustrante; no es la primera vez que habló aquí del insufrible tormento que me supone en ocasiones encontrar la frase exacta, el verbo adecuado, la forma correcta.

Terminado el suplicio, decidí dedicar un par de horas a una búsqueda bibliográfica para el siguiente trabajo. Y así, al abrir la primera de las publicaciones que me había llevado hasta la mesa de la biblioteca, topé de bruces con aquel milagro. Las palabras discurrían con fluidez, construían la idea con naturalidad. El estupor se transformó en renovada admiración (y un cierto alivio; quizás no todos estamos llamados a escribir así) al llegar al final del texto y comprobar que su autor era el poeta Angel González.

El pánico de la hoja en blanco, según Wolfganf (ay) Tillmans (Paper Drop)


Les dejó un fragmento. Verán que no es tanto lo que se dice sino la facilidad pasmosa con la que se escribe.
"Escribo de memoria, sin los cuadros delante. Los de Juan Navarro los recuerdas vivamente, y no por chocantes, sino por ser ellos vivísimo recuerdo de un lugar; hechos, pues, para hacerse recuerdo y enseñarnos así a recordar. Hacen presa en ti, como decía Duchamp de los de Matisse. Actúan sin ser vistos, en lo invisible.

No hay cuadro tan malo que no ilumine por un instante el mundo. Los hay incluso cuya luz dura mientras los miras. Pero no es cosa de pasarse la vida delante de ellos, como tampoco lo sería pasarla y comunicarla entre libros o músicas. La omnipresencia del arte en este mundo nuestro no lo hace más habitable, sino sólo más amueblado y tal vez por eso mejor defendido del poder de las tinieblas. El alumbrado público o la pantalla de televisión no prestan peores servicios. Y si los aficionados al arte se han vuelto tan tercos como los adictos a la televisión y no muy distintos de ellos, debe ser porque la mayoría de esas obras de arte no pueden dejar de ser vistas sin que las tinieblas se les revuelvan."

01 abril 2009




I used to be darker

then I got lighter

then I got darker again



(...)