18 marzo 2009

Raro

"...ese deseo de vivir que en nosotros renace cada vez que recobramos la conciencia de la dicha y la belleza."
Marcel Proust. A la sombra de las muchachas en flor.


Ya ves.

Me gusta correr cuando llueve y el viento te zarandea de un lado a otro. Resoplar por el esfuerzo y sentir que sale disparada la gota de lluvia que pendía de la nariz. Regodearme en la épica del trote borriquero por la ciudad en un día de perros.

Me gusta leer en las bibliotecas durante los días espléndidos de (pre)primavera. Acurrucarme en la fresca penumbra (hay focos en el techo y la sala está totalmente iluminada, pero la claridad del exterior es de un tipo radicalmente diverso, de una intensidad incomparable; y, es sabido, la percepción es relativa) y aislarme en un mundo puramente teórico, conceptual, controlable. Observar de soslayo el verdor de la hierba a través de las ventanas entreabiertas y volver de nuevo la mirada al libro. Salir sólo cuando cae la tarde, cuando las sombras se alargan hasta el hastío y el mundo se mueve despacio.

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