27 enero 2009

Wilco

El tiempo urge, las entradas para su concierto en Santiago se agotan y yo tendría que estar durmiendo o produciendo, así que seré breve. No conozco otra banda en el mundo con una trayectoria en los últimos quince años como la de Wilco. Cinco discos magníficos (colaboraciones y directos a parte) y un repertorio abrumador, consolidado a lo largo de los años: un cancionero sin parangón en el rock contemporáneo, que les permite cambiar el guión prácticamente cada noche, sin altibajos, reinventándose a cada nota.

Nacida a raíz de la escisión de Uncle Tupelo, la banda ha ido mutando, cambiando de formación y discográfica, explorando nuevas estructuras y nuevos territorios sonoros bajo la dirección, dictatorial pero inspirada, de Jeff Tweedy. Progresivamente, Wilco ha enriquecido ese rock de raíces del que partieron allá por mediados de los noventa, ese alt country compacto del que presumían en A.M.. Ya el posterior Being There, disco doble eclético, complejo, ambiguo, daba muestras del inquieto trabajo de la banda: irresistibles perlas de tres minutos a guitarrazo limpio se alternaban con piezas más oscuras, o con gloriosos experimentos sonoros de seis minutos.

Fue sin embargo el tercer disco de Wilco, el delicioso Summerteeth, el que catapultó a la banda a un nivel decididamente superior en el que siguen instalados. Obra agridulce, frágil, inestable, acusada en ocasiones de superproducción, con una desnudez lírica que roza otras veces la pornografía emocional, Summerteeth es aún hoy su disco más pop, a un tiempo triste y soleado, por igual dulce y melancólico, inmediato y duradero.




Embalados artísticamente, Yankee Hotel Foxtrot se ve con perspectiva como otra obra mayor, a pesar de los problemas que rodearon su concepción: rechazo de la discográfica, ruptura de contratato, discusiones internas. Elegante, complejo, contundente, la paleta de Wilco se amplia con el disco, su repertorio crece, y se allana el camino para la segunda gran cumbre de su discografía. De hecho, A Ghost is Born es una cumbre a secas: una obra maestra cuyos primeros tres temas son respectivamente la gran llamarada guitarrera de lo que llevamos de milenio, un prodigio de delicada belleza a base de susurros y pianos, y una alucinada e inexplicable pieza krautrock. Tras semejante arranque, el album sigue indemne su camino, canción tras canción, hasta dejarnos sin aliento.

El por ahora último trabajo de Wilco es también su único (relativo) fracaso: tras la riqueza, variedad y complejidad de obras anteriores, Sky Blue Sky, sus melodías limpias, su tono soleado y transparente, parece suponer en cierto modo un pequeño paso atrás en la trayectoria siempre ascendente de la banda. Es también cierto que, a parte de resultar un disco globalmente más que digno, contribuye con al menos cuatro o cinco perlas a ese catálogo de cuarenta, cincuenta canciones a partir del cual Wilco compone su directo. Uno ha podido disfrutar del mismo en un par de ocasiones y se siente en condiciones de afirmar que Manolo García, acompañado por semejantes elementos, podría sonar como... En fin, seguiría sonando, temo, como Manolo García, pero el que aquí escribe estaría dispuesto a pagar para verlo; Dios sabe si esta no es una valiente declaración.

Lo suyo sería ponerles una radio, pero, como saben, tenemos ciertos problemillas de copirrai. Me he permitido hacerles un recopilata, obviando eso sí temas del A.M., que no tengo a mano. Las entradas, como he dicho, vuelan. Interesados aquí, o contacten con el autor. Gensanta, y yo que quería ser breve.

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