14 enero 2009

Cartas, un reencuentro

Me resulta difícil de creer el tiempo que llevo sin pasarme por el Cineclube. No recuerdo ni siquiera la última película que vi, pero dado que aún no he estado en su nuevo hogar en Santa Clara, al que se mudaron hace al menos tres o cuatro años, las cuentas están claras. Quien sabe si esta noche, cuando aparezca por allí, me toparé con los mismos cuatro gatos solitarios que nos removíamos, de frío e incomodidad, en las butacas de Xornalismo. A lo mejor, reaparece la multitud absurda e inesperada de la primera noche en la sala Yago, gente amontonada en las butacas durante la proyección de El ángel exterminador.

En cualquier caso, servidor piensa acudir puntual al reencuentro hoy a las diez de la noche, y reincidir, salvo cataclismo, todos los miércoles de enero. La culpable no es otra que Chantal Akerman, la cineasta y videoartista de origen belga, a la que dedican un ciclo este mes. Su obra ha sido asociada a menudo con la aparición de la crítica feminista y postestructuralista en los años setenta, asociación que difícilmente le conseguirá nuevos seguidores entre los lectores de este blog. De lo poco que conozco de sus instalaciones y películas, lo que de verdad me fascina es la pureza de su lenguaje, la distancia que establece con y en la imagen, y su voluntad de combinar unidades mínimas para jugar con el tiempo y el espacio.

La conocí de la manera más absurda, al poner la televisión al volver a casa un día a las dos de la mañana y encontrarme con ese estupendo, caótico programa del que ya hemos hablado por aquí. Retransmitían News From Home, una de sus primeras películas con cierta repercusión rodada en 16 mm a mediados de los setenta. Me quedé en el sofá, ligeramente borracho, hasta las cuatro de la mañana, fascinado por aquel relato apasionante y aparentemente carente de relato en el que planos fijos de la ciudad de Nueva York se entremezclaban con las cartas escritas a Akerman desde Bélgica por su madre, que la propia artista leía en off. Dos elementos simples combinados de una manera sencilla, pero que producían efectos extraordinarios.


“En mi obra hay una voluntad de silencio, un deseo de callar para decir más en otra ocasión. Una de mis películas, Sur, trataba un linchamiento en una ciudad del sur de EE.UU. La policía había trazado círculos en la calzada para señalar dónde habían quedado esparcidos los restos del asesinado. Yo los filmé y creo que aquellos círculos resultaban más elocuentes, más traumáticos, que la visión del cadáver.”

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