01 diciembre 2008

Nuri Bilge Ceylan

Mañana por la noche, paradojas del sindicalismo y de la lucha por los derechos civiles mediante, espero estar en la proyección en Cineuropa de Üç maymun, el último trabajo de Nuri Bilge Ceylan. Hace ahora cinco años, un lustro ya, que descubrí en otra edición del festival Uzak, la película que le dio prestigio internacional. De ella me queda la imagen de Estambul bajo la nieve, la huella indeleble del paisaje turco, un recuerdo denso aunque indefinido de obra grande.

Me acuerdo, sí, de una escena irónica y punzante, que desautoriza cualquier posible acusación de pedantería. El protagonista, un acomodado y burgués fotógrafo de interiores, mira la televisión. Lo interrumpe cada poco su primo pobre y analfabeto, que entra en la sala. En cada una de las ocasiones el fotógrafo cambia apresuradamente de canal, saltando continuamente del visionado aburrido de una peli porno a la de un film de Tarkovski: porno, Tarkovski, porno, Tarkovski. Nuri Bilge Ceylan es, por cierto, fotógrafo, además de cineasta. En algunos momentos su devoción casi religiosa por la imagen y la densidad de su tempo cinematográfico recuerda a la del maestro ruso.

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