14 mayo 2007

Terroristo

Después del revuelo de estos últimos días he decidido que, si alguna vez reconocen mi derecho al voto en este país en el que moro desde hace tres años, lo ejerceré por primera vez en mi vida para elegir a mi representante en el parlamento. Todo queda en un plano bastante utópico, claro. La único que se anuncia en un futuro no demasiado lejano es la extensión del voto a los inmigrantes en las elecciones municipales, y ahí estoy con las manos atadas: reelegir un alcalde que permite que personas y animales defequen a diario en mi calle o votar el candidato de una coalición entre neofascistas, clericales y el partido de Silvio Berlusconi?

Una vez que aprehendo que una coalición progresistas y laica ocuparía en la actualidad entre un quince y un treinta por ciento del parlamento (los cálculos dependen de si contamos al viejo partido comunista, actualmente en proceso de fusión con la asociación pro-cilicio) decido que, ya puestos a hacer algo inútil, daré mi voto al Partido Radical. Razones sentimentales, supongo, o la consolación de que son los únicos que cuando hablan no me hacen abochornar de mi doble condición de ciudadano occidental y residente en Italia.


No descarto cambiar de idea si descubro entre las listas electorales un Partido Anticlerical o un Movimiento para la Prohibición del Bautismo a los Menores de Edad (MPBME: con esta sigla el éxito está asegurado). Un voto sanguíneo, irracional, guiado por el mismo instinto primario que mueve a los electores del Frente Nacional, la Lega Nord o el PNV, pero con la sana intención de nivelar un poco la balanza en esta inigualable comedia humana que es la vida política italiana.

Portada de Il Manifesto. 12/05/07.
Family Day.
- Habrà un montòn de curas.
- Igual es mejor si dejamos a los niños en casa.

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