24 abril 2007

La vida de los otros (y II)

A bote pronto me vienen a la memoria, por asociación, dos películas mucho más ricas y complejas que La vida de los otros. Por proximidad temática pienso en La conversación, intensa y sentida inmersión en el tema del espionaje llevado a sus extremas y paranoicas consecuencias, en la que, podríamos decir con palabras de Jameson, [cita pedante on] la angustia es aún entendida como una emoción intelectual que deriva de una condición desasosegante del real, no como simple pirotecnia emocional carente de referente [cita pedante off].


Pienso por otra parte en Munich, que recuerda vagamente a La vida de los otros en el tratamiento narrativo y fotográfico. Irregular y efectista como casi todo lo hecho por Spielberg desde A.I., él al menos se permite en cada obra un par de desvíos aberrantes de su omnipresente universo familiar, que no comprometen la comercialidad del conjunto pero lo enriquecen enturbiando su aparente solidez.


En Munich hay dos momentos grotescos y extraordinarios, sintomáticos de la extremadamente puritana moral de Spielberg: la ejecución de la agente enemiga que ha seducido y asesinado un compañero del grupo y que trata desesperadamente de vender su cuerpo por última vez para salvar su vida; la violenta escena final de sexo entre el protagonista y su mujer, y la analogía perversa y capciosa -pero es en la perversión y la brutalidad del simbolismo que radica su interés- que propone entre los binomios sexo/violencia (como condición indispensable para la fundación de) familia/nación.

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